A Francisco Iglesias
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La tarde equivocada se vistió de frío. Detrás de los cristales, turbios, todos los niños, ven convertirse en pájaros
La niña va por mi frente. ¡Oh, qué antiguo sentimiento! ¿De qué me sirve, pregunto, la tinta, el papel y el verso? Carne tuya me parece,
Mi niña se fue a la mar, a contar olas y chinas, pero se encontró, de pronto, con el río de Sevilla. Entre adelfas y campanas
Cuando yo me muera, enterradme con mi guitarra bajo la arena. Cuando yo me muera, entre los naranjos
CIPRÉS Ciprés. (Agua estancada.) Chopo (Agua cristalina.)
En la torre amarilla, dobla una campana. Sobre el viento amarillo,
La muerte entra y sale de la taberna. Pasan caballos negros y gente siniestra
Silencio de cal y mirto. Malvas en las hierbas finas. La monja borda alhelíes sobre una tela pajiza. Vuelan en la araña gris,
Los mozos de Monleón se fueron a arar temprano, ay, ay, para ir a la corrida, y remudar con despacio,
¡Viva Sevilla! Llevan las sevillanas en la mantilla un letrero que dice: ¡Viva Sevilla!
Mamá, yo quiero ser de plata. Hijo, tendrás mucho frío. Mamá.
Tengo miedo a perder la maravilla de tus ojos de estatua y el acento que de noche me pone en la mejilla la solitaria rosa de tu aliento. Tengo pena de ser en esta orilla
La luna clava en el mar un largo cuerno de luz. Unicornio gris y verde, estremecido, pero extático. El cielo flota sobre el aire
En la mañana verde, quería ser corazón. Corazón. Y en la tarde madura quería ser ruiseñor.
Narciso. Tu olor. Y el fondo del río. Quiero quedarme a tu vera. Flor del amor.