A Francisco Iglesias
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Por la calleja vienen extraños unicornios. ¿De qué campo, de qué bosque mitológico? Más cerca,
La rosa no buscaba la aurora: Casi eterna en su ramo buscaba otra cosa. La rosa
Manzanas levemente heridas por finos espadines de plata, nubes rasgadas por una mano de cor… que lleva en el dorso una almendra… Peces de arsénico como tiburones,
La elipse de un grito, va de monte a monte. Desde los olivos será un arco iris negro
Entre mariposas negras va una muchacha morena junto a una blanca serpiente de niebla. Tierra de luz,
Hacia Roma caminan dos pelegrinos, a que los case el Papa, mamita, porque son primos,
Blanca tortuga, luna dormida, ¡qué lentamente caminas! Cerrando un párpado
Cuando sale la luna se pierden las campanas y aparecen las sendas impenetrables. Cuando sale la luna,
Mi sombra va silenciosa por el agua de la acecia. Por mi sombra están las ranas privadas de las estrellas. La sombra manda a mi cuerpo
Cirio, candil, farol y luciérnaga. La constelación de la saeta. Ventanitas de oro
¡Esa esponja gris! Ese marinero recién degollado. Ese río grande. Esa brisa de límites oscuros. Ese filo, amor, ese filo.
Fuera la lluvia cae sin cesar... En mis cristales viene a tocar su sinfonía:
La tarde equivocada se vistió de frío. Detrás de los cristales, turbios, todos los niños, ven convertirse en pájaros
La muchacha dorada se bañaba en el agua y el agua se doraba. Las algas y las ramas en sombra la asombraban
Hay dulzura infantil En la mañana quieta. Los árboles extienden Sus brazos a la tierra. Un vaho tembloroso