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En Playa Larga, el uvero, como homenaje al valor de los niños artilleros, ya no florece en febrero: en abril abre la flor.
—¡Hola, Pinocho!, ¿qué haces ahí? —Busco una joya que ayer perdí. —Dime, Pinocho, ¿que joya?, di. —Un pedacito de mi nariz.
En su casa de hojas despierta el pájaro porque, anunciado el día, se entona el gallo. Canta seguido,
Entre las lomas el día nace. Límpidas gotas la noche esparce sobre la hierba
En el río San Juan vive un pececito que aprende a nadar. Sobre el Yumirí —iris diminuto—
Ocho mulitos tiene mi arria y todos suben por la montaña. Se ve salpicado el río
Caperucita Roja, juega conmigo: yo seré un día lunes y tú domingo. Juega conmigo:
Nombres tuyos, nombres míos, que recibimos de ayer como el agua de los ríos y que debes conocer: Bejucos de la Perdiz,
Viajaré a la luna desde el campamento con su colorada pañoleta al cuello. Para complacerla
La flor del tomillo buscaba una abeja: una abeja sola, una sola obrera. En el viejo pino
Escóndete, caracol: no asomes tus cuernos largos. Cuando salgas de paseo no saludes a los pájaros, ni con otro caracol
Le doy al niño de Chile la nueva patria que tengo: limpia y olorosa a limpio, patria dispuesta a quererlo como me quiere ella a mí,
¡Del monte cubano vengo, del monte cubano soy! Pinipiní Guásima baría, júcaro amarillo,
En la casa que recuerdo, en la casa, entre el naranjal y el cielo: plátano indio, plátano congo,
Al mediodía, cristal el agua, cristal las hojas, cristal el día. Cristal, cristales,