Los persas tienen Un rey sombrío; Los hunos foscos Un rey altivo; Un rey ameno
Ayer la vi en el salón De los pintores, y ayer Detrás de aquella mujer Se me saltó el corazón. Sentada en el suelo rudo
. . . . . . . . . . . . Cuando, oh… Cuando en tu seno reposar me es da… Ancha es y hermosa y fúlgida la vi… Que éste o aquél o yo vivamos tris… Culpa de éste o aquél será, o mi c…
De sus pestañas al peso el ancho párpado entorna, lirio que, al sol que se torna, se cierra pidiendo un beso. Y luego como fragante
¡Dolor! ¡Dolor! eterna vida mía, Ser de mi ser, sin cuyo aliento mu… * * * Goce en buen hora espíritu mezquin… Al son del baile animador, y prend…
Yo que vivo, aunque me he muerto, Soy un gran descubridor, Porque anoche he descubierto La medicina de amor. Cuando al paso de la cruz
Sé de brazos robustos, Blandos, fragantes; Y sé que cuando envuelven El cuello frágil, Mi cuerpo, como rosa
La montaña y la ardilla Tuvieron su querella: —«¡Váyase usted allá, presumidilla… Dijo con furia aquélla; A lo que respondió la astuta ardil…
Cuentan que antaño,—y por si no lo… Invéntolo,—un labriego que quería Mucho a un zorzal, a quien dejaba… Surcar el aire y desafiar el vient… De cierto bravo halcón librarlo qu…
Allá por un pueblo del mar Báltico, del lado de Rusia, vivía el pobre Loppi, en un casuco viejo, sin más compañía que su hacha y su mujer. El hacha ¡bueno!; pero la mujer se llamaba Mas...
Traidor! Con qué arma de oro Me has cautivado? Pues yo tengo coraza De hierro áspero. Hiela el dolor: el pecho
En el alféizar calado De la ventana moruna, Pálido como la luna, Medita un enamorado. Pálida, en su canapé
Odio la máscara y vicio Del corredor de mi hotel: Me vuelvo al manso bullicio De mi monte de laurel. Con los pobres de la tierra
Ya sé: de carne se puede Hacer una flor: se puede, Con el poder del cariño, Hacer un cielo, —¡y un niño! De carne se hace también
Por tus ojos encendidos Y lo mal puesto de un broche, Pensé que estuviste anoche Jugando a juegos prohibidos. Te odié por vil y alevosa: