Cuatro siglos es mucho, son cuatrocientos años. Cuatrocientos años hace que vivió el Padre las Casas, y parece que está vivo todavía, porque fue bueno. No se puede ver un lirio sin pens...
Cultivo una rosa blanca, En julio como en enero, Para el amigo sincero Que me da su mano franca. Y para el cruel que me arranca
La verdad quiere cetro. El verso… Puede, cual paje amable, ir por lu… Salas, de aroma vario y luces rica… Temblando enamorado en el cortejo De una ilustre princesa, o gratas…
El infeliz que la manera ignore De alzarse bien y caminar con brío… De una virgen celeste se enamore Y arda en su pecho el esplendor de… Beso, trabajo, entre sus brazos su…
Para los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, ...
¿Flores? No quiero flores! Las de… Quisiera yo segar! Cruja, cual falda De monte roto, esta cansada veste Que me encinta y engrilla con sus…
En el extraño bazar Del amor, junto al mar, La perla triste y sin par Le tocó por suerte a Agar. Agar, de tanto tenerla
Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba a donde estaba la estatua de B...
Los pueblos todos del mundo se han juntado este verano de 1889 en París. Hasta hace cien años, los hombres vivían como esclavos de los reyes, que no los dejaban pensar, y les quitaban m...
Sé de brazos robustos, Blandos, fragantes; Y sé que cuando envuelven El cuello frágil, Mi cuerpo, como rosa
Yo pienso, cuando me alegro Como un escolar sencillo, En el canario amarillo,— ¡Que tiene el ojo tan negro! Yo quiero, cuando me muera
Cuando me vino el honor De la tierra generosa, No pensé en Balnca ni en Rosa Ni en lo grande del favor. Pensé en el pobre artillero
No sientas que te falte el don de hablar que te arrebata e… no necesita tu belleza esmalte ni tu alma pura más extenso vuelo. No mires, niña mía,
El aire está espeso La alfombra manchada, Las luces ardientes, Revuelta la sala; Y acá entre divanes
Es rubia: el cabello suelto Da más luz al ojo moro: Voy, desde entonces, envuelto En un torbellino de oro. La abeja estival que zumba