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Por una vereda venía Don Pedro. ¡Ay cómo lloraba el caballero! Montado en un ágil
Cantan las siete doncellas. (Sobre el cielo un arco de ejemplos de ocaso.) Alma con siete voces
Odian la sombra del pájaro sobre el pleamar de la blanca meji… y el conflicto de luz y viento en el salón de la nieve fría. Odian la flecha sin cuerpo,
Vi en tus ojos dos arbolitos locos. De brisa, de brisa y de oro. Se meneaban. No quise.
Se ven desde las barandas, por el monte, monte, monte, mulos y sombras de mulos cargados de girasoles. Sus ojos en las umbrías
Aquel rubio de Albacete vino madre, y me miró ¡no lo puedo mirar yo! Aquel rubio de los trigos hijo de la verde aurora,
El remanso del aire bajo la rama del eco. El remanso del agua bajo fronda de luceros. El remanso de tu boca
Dulce chopo, Dulce chopo, Te has puesto De oro. Ayer estabas verde,
Caña de voz y gesto, una vez y otra vez tiembla sin esperanza en el aire de ayer. La niña suspirando
Cantan los niños En la noche quieta: ¡Arroyo claro, Fuente serena! LOS NIÑOS
En la mañana verde, quería ser corazón. Corazón. Y en la tarde madura quería ser ruiseñor.
El grito deja en el viento una sombra de ciprés. (Dejadme en este campo, llorando). Todo se ha roto en el mundo.
De los cuatro muleros que van al campo, el de la mula torda, moreno y alto. De los cuatro muleros
Amanecía en el naranjel. Abejitas de oro buscaban la miel. ¿Dónde estará
Fresquísimas violas. Bandadas de rubores levantados por este don de lágrimas que enlaz… la muchedumbre de las viejecillas con la niña y el niño de mi frente…