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Yo era. Yo fui, pero no soy. Yo era... (¡Oh fauce maravillosa
Mi manzano tiene ya sombra y pájaros. ¡Qué brinco da mi sueño de la luna al viento! Mi manzano
La señorita del abanico, va por el puente del fresco río. Los caballeros
Ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos. Tú... por lo que ya sabes. ¡Yo la he querido tanto!
Sevilla es una torre llena de arqueros finos. Sevilla para herir, Córdoba para morir. Una ciudad que acecha
En la luna negra de los bandoleros, cantan las espuelas. Caballito negro. ¿Dónde llevas tu jinete muerto?
Abejaruco. En tus árboles oscuros. Noche de cielo balbuciente y aire tartamudo. Tres borrachos eternizan
Blanca tortuga, luna dormida, ¡qué lentamente caminas! Cerrando un párpado
De los cuatro muleros que van al campo, el de la mula torda, moreno y alto. De los cuatro muleros
Verde rumor intacto. La higuera me tiende sus brazos. Como una pantera, su sombra, acecha mi lírica sombra. La luna cuenta los perros.
La primera vez no te conocí. La segunda, sí. Dime si el aire te lo dice.
Fresquísimas violas. Bandadas de rubores levantados por este don de lágrimas que enlaz… la muchedumbre de las viejecillas con la niña y el niño de mi frente…
Caña de voz y gesto, una vez y otra vez tiembla sin esperanza en el aire de ayer. La niña suspirando
El mariquita se peina en su peinador de seda. Los vecinos se sonríen en sus ventanas postreras. El mariquita organiza
Duérmete, niñito mío, que tu madre no está en casa; que se la llevó la Virgen de compañera a su casa.