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El despertar

Ya por celestes númenes alzado el mortuorio
manto que a las criaturas envolvía,
la luz viene a llamar a los cristales.
 
Tú, que retornas de tu sueño, advierte
si un hada esquiva deja en los umbrales
salvias y serpoletas, o si vierte
al pie de la ventana,
con sus dedos rosáceos y pueriles,
los jugos de la agreste mejorana
y el tomillo de todos los abriles.
Porque huele muy bien...
 
Y el aire puro,
al penetrar por el balcón abierto,
derrama en el ambiente semioscuro
los himnos de los pájaros del huerto.
 
Bajo el árbol antiguo el agua suena.
¡Es de día, es de día!
Haz tu oración, disponte a la faena,
y alégrate en las cosas humildes, alma mía.
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