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Tomahuan (Nuestras manos)

(para Marimar)

La mano que ahora contemplamos
     se pierde entre sus dedos
     tan enhuesados sí
     de propias suciedades
     y escamas desprendiéndose.
Se pierde se espirala se ensimisma
     se busca al recorrer
con dedos imparables
    una esfera de barro imperfecto:
ah la carne cotidiana metida en sus movidos
y frágiles pellejos
pasando y repasando
    las sustancias sensuales de la tierra:
    los temblores de cadáveres absorbidos
    por las aguas sin fondo de ese barro
    que se entreteje con la cáscara
    de cada uña laboriosa:
    los gases luminosos que un viejo insecto
    abandonó en el estómago
    de aquellos reptiles que entre
    paralizadas burbujas aquí se desvanecen:
    las gotas de opacos minerales:
    los crujidos de un hondo cristal
                                que oscuramente nos atrae:
    las fibras diminutas como raíces
    de medusas coloreadas por la sangre:
    los silencios que los soles
         más escondidos de la noche
    hacen fermentar como bocas
    largamente interminables:
    los pellejos pasando repasando
reconociéndose en la mano que los ata
a su interna armazón de palos blancos:
    y la mano
hallándose con las formas
  que en ella misma estaban
  como dedos indefensos
  dedos succionados
por labios y labios que esperaban
   su líquido momento
   de gritar.
La mano como dos manos reunidas
       apartándose en la unión
       temporal y necesaria:
encontrándose con las formas
        que ya en cada mano aparecen
como un sucio nacimiento
  una iluminación de lodo destrozado
            un relámpago de arena
   un rasguido de piedras invisibles
   una fuerza de fuego
   con su devorada cola de serpiente:
ah las manos entrechocándose exaltadas encendidas
tragando los orgánicos sudores de la tierra
ajustándose a las formas
como vasijas jarras macetas
ánforas ollas cráteras
cucharones jícaras vientres.
Ah la mano con sus formas
   nombrada en otra lengua
   y entrando en los barros totales
   en las estrechas espumas
en las semillas sepultadas
  en las lluvias sin aire
  y sin suspiros:
la mano sin dueño
la mano mugrosa de nosotros
la que escribe y respira
la que encuentra sus dedos primeros
en todas las manos de tu cuerpo.
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