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Los caminos del amor

Huele a soledad el campo
tan breve, tan sin sentido,
bajo un firmamento abierto
de par en par.
¡Apetito
de tierra sola, de tierra
desterrada, de caminos
que nunca llegan a Roma!
 
La carretera es un río
enjuto que no se acaba
y que no tiene principio.
 
Pero la esperanza enseña
a creer lo que no vimos;
el aire, la luz, la música,
la palabra...
 
Desistimos
de andar mirando las cosas,
descubriendo los registros
concretos.
 
El alto cielo
nos orienta con sus guiños
fulgurantes.
 
Levantamos
la mirada y transcribimos
su fausta telegrafía:
 
«¡Para el amor no hay caminos!»
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