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Lámparas de cristal y espejos verdes. Sobre el tablado oscuro, la Parrala sostiene una conversación
¡Qué trabajo me cuesta dejarte marchar, día! Te vas lleno de mí, vuelves sin conocerme. ¡Qué trabajo me cuesta
¡Mi soledad sin descanso! Ojos chicos de mi cuerpo y grandes de mi caballo, no se cierran por la noche ni miran al otro lado,
Sobre el monte pelado un calvario. Agua clara y olivos centenarios. Por las callejas
Su luna de pergamino Preciosa tocando viene por un anfibio sendero de cristales y laureles. El silencio sin estrellas,
Rumor. Aunque no quede más que el rumor Aroma. Aunque no quede más que el aroma. Pero arranca de mí el recuerdo
De los cuatro muleros que van al campo, el de la mula torda, moreno y alto. De los cuatro muleros
En la torre amarilla, dobla una campana. Sobre el viento amarillo,
La muchacha dorada se bañaba en el agua y el agua se doraba. Las algas y las ramas en sombra la asombraban
Largo espectro de plata conmovida el viento de la noche suspirando abrió con mano gris mi vieja herid… y se alejó; yo estaba deseando. Llaga de amor que me dará la vida
¡Viva Sevilla! Llevan las sevillanas en la mantilla un letrero que dice: ¡Viva Sevilla!
Mi corazón oprimido Siente junto a la alborada El dolor de sus amores Y el sueño de las distancias. La luz de la aurora lleva
La Tarara, sí; la tarara, no; la Tarara, niña, que la he visto yo. Lleva la Tarara
Viento del Sur, moreno, ardiente, llegas sobre mi carne, trayéndome semilla de brillantes
Hay dulzura infantil En la mañana quieta. Los árboles extienden Sus brazos a la tierra. Un vaho tembloroso