Arráncate de horrores,
de madres y de padres,
deshazte en pleno vuelo,
da a luz a tus abismos,
in-herencia de vivir.
Comparte las cenizas.
Dicen:
forjar nuevas palabras
remienda los andrajos
dispersos de memoria.
Desnuda y desanuda, despierta a tu tejido,
bulle.
Allí donde los nervios aspiran a ser piedras,
¡ve!, hazte de llanuras,
da luz a tus sentidos.
Devora el pan de brumas, ahoga tus racimos
y ve a crear montañas y llámalas basura;
y llámalas pantallas,
montañas,
si prefieres.
Despierta entre las calles al ras de los azules,
mirando abandonados en sombras doloridas
los últimos colores tejidos por tu historia.
Si en un recodo esculpes madera de algún árbol
y arrancas sutilmente
la forma terminada de un árbol ya distinto,
repite una tras otra cienmil repeticiones:
verás la diferencia.
Multiplica mil barcos
por el total de barcos posibles en el agua
y llénate de hambre
y muérdete los huesos:
¡ve,
sáciate de huecos!:
verás tus oquedades.