La vieja mecedora, languidece en un oscuro rincón de cualquier lugar.
“Todos la miran y nadie la ve”
Ni siquiera con el aura de recuerdos que formando un entrañable halo, giran a su alrededor.
Aquella vieja mecedora arropó a muchos, calmó llantos de bebé y alivió dolores del alma y del cuerpo.
Fue testigo y confidente de alegrías, de tristezas, de miedos, de despedidas.
La vieja mecedora ya no arropa a nadie; se ha convertido en un traste inservible y ruidoso, que suena tristemente en un callado lamento... cuando la mueve el viento.
Pero un día cualquiera,
“María”
(esa anciana colmada de años),
se le acercó “ tímidamente “
y con su mirar y andar cansado,
apoyó una mano temblorosa en aquel espaldar lleno de vivencias,
y...¡Sonrió!
Esa vieja mecedora, ya no está sola.