Manifiestan los atardeceres pinceladas de acuarela,
estampas de vergeles de un edén bendecido.
Queda la mirada fascinada atrapando la imagen,
albergando, de súbito, la sorpresa del encanto.
Se estaciona el legítimo ensueño de su luz,
y en mi rostro brilla la benevolencia ansiada;
esa grandeza que nadie interpone o empaña
concede a los ojos su atención sagrada.
Pero soy ese sujeto, navegante de la natura,
ribeteando montañas para regalarme
en pinceladas la magia que me postra,
recorriendo esplendores sobre los renglones.
Mas el naciente me atrapa,
preñado de sus confines;
recorre mi inquietud,
manifestando el aplomo de su historia.
Y quiero regalarme una sonrisa de satisfacción,
ante la fanfarria de sus días gloriosos,
deteniendo en la mirada sus versos perfectos,
que mi pobre poema no logra igualar en sus rimas.