Alberto Cerda

Post Mortem

 
No me recuerden
si mi vida aspiró el egoísmo;
que no se derrame
una lágrima,
ni pena alguna
si no lo mereciera.
 
Que no se vistan de luto,
ni recen oraciones;
desechen mis restos,
caven la fosa,
y déjenme en el olvido
por siempre.
 
Que el viento devore mi nombre
como un río que arrastra lo que toca,
que no quede trazo ni vestigio de mi ser,
ni alivio en los restos de mis pasos perdidos.
 
Como el árido,
inútil y estéril hombre
deja paso infecundo
en la vastedad del mundo;
siembre espinas agudas,
y florezca entre despojos;
entonces no merezco memoria alguna.
 
Pero si al final, en mi partida,
se forjó un fruto bondadoso
por mis gestos altruistas,
por la nobleza de mis actos,
y la sensibilidad hacia los demás,
como un árbol que da sombra
sin pedir nada a cambio,
sin esperar tributo alguno.
 
Así que les pediría
que no lloren:
ni una lágrima, ni un lamento
de tristeza o pérdida.
Que su alegría sea mi legado,
pues mi paso fue fecundo,
por la fortuna heredada
de mis dogmas,
dejando un testimonio
que otros puedan seguir.
 
¡Pero ah, de ustedes, hermanos!
Si insisten en recordarme
sin haberlo merecido,
os rogaría tan solo:
que hoy mismo sepultéis mi ser
en el silencio eterno del olvido,
si mi recuerdo es inmerecido,
aun estando yo en vida.

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