Ya Pitágoras validaba la vieja teoría de que los astros tienen una música que les es propia. No es razonable. Pero tampoco es irracional. En todo caso, forma parte de esas metáforas que se usan desde los albores del pensamiento y el lenguaje. En este poema, la reiteración rítmica de los endecasílabos y del remate de los tres párrafos intenta una espiral, un trompo. Como si además del sonido de las palabras buscara el de la estructura.
Referencias: http://www.alejandroaura.net/wordpress/?cat=9