Bajo la luna
la soledad no existe,
es un sendero
que nos inventa la noche.
Una manada de ojos
que gritan con sus dedos.
La soledad no existe
en este silencio,
en esta nada
donde
habitan las bocas entreabiertas
que callan,
que tiemblan.
La soledad no existe.
El problema
son los techos
las puertas
las cerraduras
las ventanas
las cortinas
los aires inventados
los olores suavizados
los pisos baldosados
los cuerpos cobijados,
los corazones
apelmazados
acobardados
ensimismados
enjaulados.
El problema
es la soledad del mundo
que nos trae devuelta
a esta luz vacilante
que anuncian los afiches de neón.
“He vuelto”, susurro para nadie.
Resignado, vencido.
El problema
no está en mi cuerpo
sino en el murmullo
frenético de esta casa encendida.
El problema
es la llave.
La cadena.
El candado.
Por eso abro.
Respiro.
Regreso.
Y vuelvo a huir
sin haber llegado.