Cargando...

LA TRAICIÓN DE CRISTINA

Una noche después de haber cenado
Doña Cristina salió a dar un paseo
e iba por el jardín con el deseo
de ver el capataz que era su amado.
 
Se detuvo en la estancia y vio las flores
entre ellas amapolas y Azucenas
y observó que la luna estaba llena
y el cielo con la luz de su fulgores.
 
Era ya diciembre en esos días,
época de la Navidad y de la unión
y ella sintió inmensa alegría
cuando a lo lejos vio al mejor peón.
 
Ella ya no amaba a don Fernando,
el cual era dueño de aquella tierra
y en su corazón cesaba la guerra
mientras el capataz venía llegando.
 
Era aquel hombre a quien amaba
y quería aprovechar esta ocasión
para darle la belleza que mostraba
y ofrecerle por completo su pasión.
 
Andrés dijo: _ ¿cómo le ha ido señora?
¿qué hace por aquí? ¿mirando estrellas? }
Ella respondió: __ la noche es bella
y salí de paseo algunas horas.
 
__Agradezco a Dios, el verle a usted
desde ayer añoraba su presencia
y he salido a caminar a este vergel
y aparece usted ¡que coincidencia!
 
__Mío es el placer, doña Cristina
pues la noche me ha premiado con su luna
porque para mí la mayor fortuna
es encontrarme una dama fina.
 
En ambos llegó un gran desconcierto
porque ella sentía un intenso amor
y porque Andrés la había descubierto
le tomó la mano y le ofreció una flor.
 
Con suavidad la abrazó, le brindó un beso
y ella le correspondió muy complacida
y llegó hasta los dos gran embeleso,
pues era lo más deseado en sus vidas.
 
En su pasión un matorral fue cama
y unos cocuyos sirvieron con su luz
para afianzar más aquella llama
aquel amor que sería su gran cruz.
 
Ella susurró: __ yo a usted lo amo
desde el primer día en que lo conocí
y él respondió: __yo sentí algo muy extraño
desde el mismo instante que la vi.
 
Entre besos, sus corazones más se unían,
más sentían la emoción de ese momento
y dejaron desbocar sus sentimientos
y estuvieron juntos hasta el otro día.
 
Entre ellos las palabras fueron pocas
solo besos, abrazos y caricias
reinaban al igual que la pasión loca
que se hizo pasión y gran delicia.
 
Don Fernando notó la extraña ausencia
de su esposa después de aquella cena
y preguntó a la sirvienta Lorena
ya que una duda rondaba su existencia.
 
No obstante se acostó tranquilamente
y soñó con Cristina y con el capataz
que se amaban en un sitio adyacente,
pero no creyó su sueño realidad.
 
Ya no pudo más consolar el sueño,
pues su existencia no alcanzaba paz,
pero por amor continuó con el empeño
mientras la angustia atacaba su bondad.
 
Fue una noche tormentosa para él,
ya que su sueño le decía claramente
toda una razón por la que su mujer
en esa noche se encontrara ausente

Preferido o celebrado por...
Otras obras de Alexander José Villarroel Salazar...



Top