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Celeste

Carta de despedida

El sin sentido que existe en medio de estos dos lugares fríos que algunos llaman “vida” y “muerte”; el contoneo apresurado de mi corazón, como si estuviera siempre a punto de explotar .
La paz inverosimil baila un tango desgarrado de adentro hacia afuera.
Dame a mi lo superfluo –nada lo es–.

Celeste como la luna de Septiembre, como la abominación encarnada de lo volátil. Que estoy casi muerta, que no me queda más tiempo, yo lo sé,  non mi interessa piú.

Pero háblame con el ímpetu de siempre, yo no estaré ni aquí ni allá, pero escucharé, y aún en la banca de los Domingos alcanzaré a repetir voces extranjeras de paso lento, de caminar cansado y de mirada distraída, que me escuchen desde afuera y me lean desde adentro, con contexto frío de lo que soy y lo que fui, de lo que no seré más.
Con esto me despido.

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