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La amada etérea.

No era la noche pero ésta se cernía más con frío que con negrura.
Me recordó aquella vez que te vi, ajena a todo el mundo que te rodeaba, ensimismada en la empresa de tu comida en la mañana.
Recordé porque aquella mañana era fría como esta noche.
La memoria es más una imaginación vaga de que hubiese pasado si me hubiese acercado.
Vivo plagado de arrepentimiento, de todas las veces que te vi y te perdí en oportunidades chiquitas hasta que poco a poco te perdiste, volviéndote lejana e inalcanzable como una estrella, como la luna, como tú.

Ni siquiera sé a quien escribo, puede que la amada no exista o tenga cien rostros.

Uno ama sus fantasías y estas se posan en tantos rostros que faltan manos para contar las tragedias que aguarda un beso.

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