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Una mota de polvo.

Que grandiosa la insignificancia
de nuestro tiempo vivos

De la nada me surge la chispa de la primera letra.
Con suerte se extiende como una llama que me envuelve el corazón en llamas azules teñidas de llanto acumulado que no he logrado sacar los últimos años.

Pero a veces es tan dura la carne que me envuelve que del asombroso fuego apenas emana un quejido.

Hace calor, me digo, no puedo dormir, repito incesantemente mientras los mosquitos despiadados pasan a travez de las dichosas llamas y en su escuetos aleteos en el oído me llega el secreto de tu nombre. Que también es el mío.
No te conozco, no me conozco. No conozco nada.

Estoy envuelto en una chispa que se ha prolongado en fuego y ahí vivo. Entre las llamas, segado por el humo de todo lo que se está quemando.
No me importa. Me niego a salvar las muchas cosas que consideré mías.
Nada es mío, no conozco nada y nada soy.

Un mota de polvo entre otras tantas
Escribió este poema.

Lo leerán 10 personas y 5 sabrán el secreto. 1 lo podrá explicar. Pero nadie podrá escucharlo y ese uno estará solo eternamente.

Con la compañía de un vago secreto.

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