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Sed perpetua

Nuestra forma de hacer el amor carece de estética, somos como animales en celo, obedientes al mandato natural de saciar los cuerpos y las ganas envasadas en ellos, no hay reglas ni protocolos a seguir...  y ni siquiera después de diez mil polvos es posible predecir la forma en que se enfrentaran nuestros cuerpos; no hay un dechado, un patrón ni una guía para establecer una conducta que prevea la forma en que decidimos saciar esta eterna sed de nosotros por nosotros.
Los cuerpos desgastados, pero jamás desganados, desfallecidos en el piso porque la cama resulta un lugar muy cómodo para estas primitivas formas de alimentar el deseo.

Cavernícolas, eso fuimos...

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