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Meriendo algunas tardes

Meriendo algunas tardes:
no todas tienen pulpa comestible.
 
Si estoy junto a la mar
muerdo primero los acantilados.
Luego las nubes cárdenas y el cielo
—escupo las gaviotas—,
y para postre dejo las bañistas
jugando a la pelota y despeinadas.
 
Si estoy en la ciudad
meriendo tarde a secas:
mastico lentamente los minutos
—tras haberles quitado las espinas—
y cuando se me acaban
me voy rumiando sombras,
rememorando el tiempo devorado
con un acre sabor a nada en la garganta.
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