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Soneto

Como la sombra al cuerpo, el sentimiento      
a perseguir se inclina tu hermosura,      
mas si dicen mis ojos mi ternura      
casto respeto sofocó mi acento.      
 
  Con tu imagen querida, en su aislamiento  
forja el alma quimeras de ventura;      
nunca esa dicha alcanzarás —murmura      
la despiadada voz del pensamiento—.      
 
  Amarga pena al escucharla abrigo,      
y luego el corazón, como un tesoro
acoge ese dolor, y te bendigo.      
 
  ¡Y sin nada esperar, ciego te adoro!      
¡Ay, si a mi seno del dolor amigo      
volver pudiera al desterrado lloro!
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