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Serenata azul

Qué triste fue ayer,
decían mis pupilas,
al verse sonrojadas,
con la luz pero perdidas.
 
El cansancio, con dulzura
embriaga mi dolor,
lo cubre,
lo suaviza,
lo abraza,
me hace sentir como si no pasó nada,
cuando incluso un volcán alcanzó a estallar en llamas.
 
En llamas, ¿tu dices?
Quizá en serenata,
de tristes canciones,
que encierran recuerdos,
que guardan miradas,
que reflejan ojos de amor pero sólo sin alas,
que hacen sentir plenamente su palma,
sus dedos, su mano, sosteniendo tu alma,
sosteniendo la mía, esos dedos de nube, esa piel de magma.
 
Esa caricia en el pelo,
desordenado como lo que me dejaste sintiendo,
al soltarme fugaz, al volar con el viento.
 
Cafuné, dicen,
yo digo deseo,
deseo de acariciar el corazón,
con tal cariño, con tanta calma, con tantas veces de observar el alba con mi cabeza sobre tus hombros.
 
Tan incierto como una lluvia en verano,
o como el viento en octubre,
o como mis ganas de verte,
de hablarte, de abrazarte,
de reír hasta que ría, hasta que llore, hasta que la pasión recaiga en un amor puro y simple,
simplemente esbelto, simplemente alto.

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