Sólo quiero...
Tantas cosas sólo por respirar,
por moverse, ¿o por volar?
por brincar pestaña a pestaña,
por beber agua, o simplemente jugar.
Lo mismo de siempre, y siempre lo mismo,
un peso que agota, un nudo que enredado,
un hola con tono,
un abrazo cambiado.
¿Vivir es vivir?
Entonces, ¿qué hacemos?
Quizá vivir con fases
es lo que todos conocemos.
¿Pero acaso queremos,
o sólo suponemos, robóticamente,
acostumbrados, tendidos,
cansados, e hipnotizados;
con el corazón en la mano,
al haber sido robado
mil y 8760 veces,
anestesiado por las vueltas del día,
como papel y dobleces.
Quizá vivir es diamante,
que en su opaco esplendor,
es adornado con gotitas brillosas de lluvia,
que lluvia llena de esperanzas
de alcanzar ese amor;
de subir y subir,
y alcanzar el calor,
de este cuarto frío,
de este panorama de valor.
Quizá el amor no es suficiente,
teniendo que hacer extras y extras,
adornandolo hasta decir “ya no”;
adornandolo hasta lucirlo con “éxito”
siendo los que lo dicen
ignorantes de su hecho.
Sólo quiero caminar lento,
cual cometa sube en lo alto,
y se deja llevar por las nubes,
felicidad hecha en canto.
Sólo quiero jugar con las hojas,
y adivinar si la flor nacerá
o no estaba destinada a hacerlo;
si el pájaro armará su nido de polvo,
para sentarme y verlo,
para respirar, y dormir,
para esperar e ir a comer,
para divertirme con cosas simples,
y para vivir en el misterio de la vida
sin ni siquiera saberlo,
sin desear presumir.
Sólo quiero vivir...
vivir y abrazar,
vivir y orar,
vivir y dormir,
vivir y volar,
vivir y vivir,
vivir y sentirme amada,
con calidéz en el corazón,
vivir y sentirme en casa,
que sin importar los brillos,
el vivir permanece,
y que vivir fortalece
a los seres atómicos que crecen,
y que, simplemente, desean,
una casa, viento, amor, familia,
y esperanza que alegren
lo que, de alguna forma, entristece,
y saber que a pesar de ser únicos,
tendremos el espacio de ser amados, lo que tenernos se merece.
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