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CIRCUNVALANDO LA TRAGEDIA

De: Resumen total de la melancolía: poemas en contravía

CIRCUNVALANDO LA TRAGEDIA
Milenio tras milenio, la tragedia prospera.
El arco que se curva sobre el mal,
desciende y ciñe con su abrazo mortal
toda la humanidad.
 
Abrazo fratricida que sentencia,
con un grito inaudible para muchos
que estamos transitando
por el borde fatal del desbarrancadero.
 
Es la farsa llamada civilización.
“La civilización no suprime la barbarie
–decía Voltaire – la perfecciona”.
 
Seguimos el descenso enajenados,
cargando nuestro féretro
al sarcófago de las penalidades,
por esos mismos círculos
que la historia nos marca
con su espiral de olvidos.
 
Otro lodazal de la ignominia:
la guerra que se anuncia con sirenas,
cansadas de tronar por los esbirros,
no quieren paz en su jardín de las delicias.
 
¿Cuánta paz se merecen tus cadenas?
Arrastrando el dolor del desamparo
las fronteras hierven de rebeldía,
y de todos los sitios de la tierra
se anuncia un desenlace apocalíptico.
 
¿Cuántos más, cargando sus hatillos,
llaman frente al portal de un cementerio
que el exilio les marca?
Llaman y llaman con ojos de esperanza.
 
La gente se atropella en las aceras.
Cada uno paladea sus penas o sus goces,
cada uno se rebusca sus venganzas
que al final todos somos portadores
de tanta frustración y tanto duelo.
 
Se corrompe la nieve en la montaña:
los superfluos habitantes del boato,
los místicos profetas y los pajes,
a merced del poder de las monedas.
 
Destellando sus flashes de mentiras
las imágenes invaden nuestro tiempo
nos acosa el bombardeo de neones.
Maniquíes imponen a su amaño
este perverso marketing del holocausto.
 
Es una pasarela virtual de vanidades
de mensajes que ocultan las mentiras
para asistir a la ingrata mascarada
del consumo, el glamour y el desenfreno.
 
Tan solo polvo somos en el caos del tiempo,
solo fantasmas que pasan pasajeros
a cumplir una cita con la muerte,
la irrenunciable, la inaplazable muerte
la no vida, la condenada muerte.
 
Y los profetas anunciando visiones
de mundos confinados al silencio
de la complicidad y el abandono
o de la mordaza que aprisiona la lengua
y, aún más, el pensamiento.
 
Son estos tiempos de claudicaciones,
de desencanto y enajenación,
somos granos de polvo errando
por el caos de un tiempo inmarcesible.
Consumiendo las sustancias sagradas
de nuestros primigenios que buscaban
en los confines del éter el sentido
de aquella metafísica de la existencia.
 
Hoy nuestro amor alucinado
tiene la duración de un rayo inesperado
que nos eleva más allá de las sombras
y que al final nos descarga en la zozobra
de una gravidez en abandono:
insustancial quimérica lucífera.
Realidad que no nos pertenece
fantasmas que transitan por los mass media
como la libertad, el placer o la felicidad.
 
Confusión de artificios fabricados para
devolverle “salud” a los alucinados
a los obnubilados por el neón y la banalidad.
 
Con su puntualidad acude a nuestro encuentro
una mezcla de sueños agolpados.
En la calle humedecida por la lluvia
espejean las punzadas del hambre,
mientras la voz desgarrada de Joe Cocker
busca ayuda de un amigo en la penumbra.
 
¿Qué se nos ha quitado y qué se nos ha dado?
Ningún conteo de sombras nos da cuenta
de la extensión de las fatalidades.
Los fantasmas agitan los crisoles
donde el fuego purifica los pecados.
 
Ascienden los piadosos con sus cofres,
extraviadas las claves que los abren;
con su remordimiento y su arrepentimiento:
Han pagado el impuesto, el diezmo y la mordida
y han alcanzado un estado de gracia celestial.
 
¡¡¡Farsantes!!!, les grita Albert Einstein
“La anarquía económica de la sociedad capitalista,
según existe hoy, es, en mi opinión,
la verdadera fuente de todos los males.”
 
Demagogia infernal de los tiempos del ruido
mascarada siniestra de los guetos citadinos
y los clubes del desenfreno. Del despropósito
donde sobran los dólares manchados
de sudor y de sangre universal.
 
Y falta la simiente, semilla inmaculada
que garantice los tiempos del retorno
del respeto y la fe,
de la confianza y la fraterna convivencia
en solidaridad y hermandad.
 
¿A dónde van los imperios de Wall Street
insultando los ríos, las montañas,
los paisajes virginales cuyos ecosistemas
nunca podrán imitar
los iluminados de esta civilización?
 
Seguimos engordando los ejércitos
del despotismo. De seres exultantes, astutos,
promovidos a padres de la patria
para que reproduzcan su miseria moral y su codicia.

Artista: John Singer Sargent, 1919, ubicación: Imperial War Museums

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