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IV. El Calvario (Via Crucis)

“La Santa Madre del Salvador se halló presente en la crucifixión,
y se mantuvo al pie de la Cruz durante las tres horas de aquella amarga agonía.”

Todo fue consumado ¡Reina de los mártires! vuestros ojos vieron enclavar en la cruz al suspirado por siglos, al esperado por las naciones... vuestros oídos oyeron los golpes del martillo; el crujido de los huesos que se dislocaban... vuestro rostro fue salpicado por la inocente sangre de la víctima...

Henos aquí postrados ante ese santo madero, junto al cual os sostuvo de pie vuestra heroica fortaleza. Henos aquí recibiendo con vos el divino riego de esa sangre redentora, y rogándoos rendidamente se la presentéis a la justicia eterna como precio de nuestras almas. Vos suministrasteis tan preciosa sangre a nuestro Redentor ¡oh María! Vos tenéis derecho de pedir por ella no se malogre en estos servidores nuestros—aunque tan indignos—la inefable virtud de aquel sacrificio augusto. Hacedlo ¡Madre dolorosísima! Hacedlo según vuestra inmensa caridad; y no solamente en favor de los presentes, sino también por todos los cristianos.

Señora! alcanzad consuelo para los afligidos del que os vio tan afligida al pie de su Cruz.

Señora! rogad por los moribundos al que estuvo moribundo a vuestra vista, causando incomparables angustias a vuestro corazón maternal!

Señora! pedid perdón para los pecadores al que murió por ellos.

Señora! sed la abogada de todos los hombres, pues por todos fue inmolado el Cordero de Dios que borra los pecados del mundo. Amén.

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