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Rastreo del intelecto

Buscando la unanimidad

Abro los ojos. ¡Cuánto me gustaría seguir durmiendo! Pero sé que no puedo. Cierro los ojos y suspiro lento. Los vuelvo a abrir. Siento la tentación de tantear con mi mano derecha el otro lado de la cama. ¿Tropezará mi mano con Manuel? Me da pereza estirarme. Y después de todo, como llevo días pensando, no es tan importante que el haya o no dormido aquí. Me centro en mí. Está claro que voy tarde. Hoy no sonó la alarma.
Con un solo impulso me siento, mis pies sobre las zapatillas y mi cabello acariciando los hombros. Ahora sí, abro los ojos. Y le oigo respirar. Él está allí. Yo aquí. A comenzar el día. Haré un breve repaso mental de lo que quiero hacer hoy.
Y luchando consigo misma, Mabel logra levantarse, la cabeza le pesa como si un camión hubiese pasado sobre ella, no obstante, esa fuerza interior que siempre la salva de caer en depresión, la empuja, un nuevo día, la consigna la mantiene firme en la brecha.
Llega hasta el baño, un rostro conocido la observa desde el infalible espejo, el único fiel, el que nunca miente... no se decide si llorar o reír, prefiere esbozar una leve sonrisa, y ello le anima, eres fuerte, susurra su otro yo, y entonces escucha la voz de su compañero de aventuras nocturnas...
  —¿Dónde diablos estás, otra vez te arrepentiste...?
  —No Manuel, no me he arrepentido. Lo he estado pensando y lo tengo claro. Iremos, tal como quieres, a esa biblioteca. He buscado información en internet y la has descrito muy bien. Tiene estructura de hierro y las paredes recubiertas de madera. Anaqueles con el olor y el color de los bosques de nogales, con luminosidad plena. Está repleta de libros de todas las artes y las ciencias. Incluso vi un video en el que había bastantes personas moviéndose lentamente entre las estanterías, entre las mesas grandes y las sillas, ensimismadas, como quién se desplaza flotando por los pasillos. En silencio. Tiene tomas de electricidad para los ordenadores en las mesas, así que no tendremos problemas.
Lo único que me frena es tener que faltar al trabajo un día, tomar un permiso, para hacer el viaje hasta esa ciudad. Son 400 km, que en tren pasan rápido, pero hay que organizarlo. Hoy no será. Me voy ya a trabajar.
Manuel escuchó la perorata de su compañera, y cuando, al cabo de unos escasos minutos, decidió contestar, ya era tarde, se había cerrado la puerta de la calle. Si, pensó para sí, hoy no será.
Mientras desayunaba, sonó el celular, vio que era Mabel...
  —Sí, escucho...¿Que pasó?
  —Lo pensé bien y no estoy segura que deseo emprender tal proyecto, creo que es demasiado arriesgado, confío en tus planes, pero, considero conveniente que analicemos nuevamente, tengo mis dudas, quizás me tildes de demasiado precavida, es que nunca estuve frente a una decisión tan importante que puede, no obstante, llegar a ser trascendental en nuestras vidas. En una palabra, tengo miedo que nos estrellemos y entonces ya no habría marcha atrás.
No se escuchó respuesta.
  —Manuel, ¿estás ahí... porque no respondes?
  —Si Mabel, estoy aquí. Es que me dejas sin palabras. Sabes lo mucho que me interesa esto. Lo hemos hablado en tantas ocasiones. Es mi única vía posible a la inmortalidad. Es abrir la posibilidad de una fusión vital indeterminada y abierta con quién sabe quién, pero alguien, en este lugar. A ti no te convence tanto, pero ¿A mí? Para mí, integrar mi cerebro a ese sistema informático, le da todo el sentido a mi vida. Saber que se creará un mapa multidimensional de mis redes neuronales, que esto se almacenará en el servidor de esa biblioteca. Saber que cualquiera podrá consultar mis recuerdos, mis vivencias, mis más profundos pensamientos, como quién lee un libro, como quién tiene un sueño. Mi vida, mi vida, allí, junto a los libros de artes y ciencias.
  —¡Es que es tan dramáticamente intenso Manuel! ¿Qué sabes de quién se pueda “fundir” contigo?
—Me da igual. Cualquiera que sea el que esté dispuesto a dejarme entrar en su mente será una forma de continuar, aunque yo ya no esté. Sé que ser pioneros en esto te asusta. Apenas se han trasladado a un servidor 1 millón de personas, pero créeme, con el tiempo, habrá que pagar para poder hacerlo. Ahora, en esta biblioteca que está distante, seríamos los privilegiados que no tendríamos más que ir unas 3 sesiones y dejarnos allí, por el tiempo que el servidor quiera. Así los “visitantes” nos vivirán y sabrán de primera mano cómo fue nuestro octavo cumpleaños, nuestro primer batido de fresas juntos, nuestro viaje a las Bahamas. Y es que yo quiero esto contigo, contigo, contigo, para que otras parejas puedan vivir los dos lados de nuestro laberinto, las dos caras de cada vivencia, el tú y yo de nuestros desayunos de yogurt con mermelada de peras. Tú y yo, para siempre, para otros, para quien quiera.

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Autores
Grace Cristina Chacón León (España)
Beto Brom (Israel)

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*REGISTR@DO

Preferido o celebrado por...
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