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LOS DOS MENDIGOS

LOS DOS MENDIGOS
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     Que “Dios se lo pague”, nos dice el mendigo,
con su barba blanca, con su voz cansada,
con trémulas manos, mirada extraviada,
nos tiende su cuenco pidiendo migajas.
Vestido de saco por tiempo mutado
de blanco a terroso, por muchas jornadas.
El sigue su marcha tendiendo su cuenco
a todo el que viaje  su ruta contraria.
Allá en la covacha lo espera su esposa:
y cuentan mendrugos, y cuentan monedas.
Se acuestan juntitos, con su cobertor,
pensando que un nieto los vendrá a buscar.
Se duermen cansados, y por la mañana
recorren de nuevo las mismas jornadas.
Son caras distintas las que van topando
con gestos iguales: son copias de ayer;
les tiran monedas para que se quiten,
pues van obstruyendo la ruta escogida
por sus señorías para caminar.
Hace muchos días, hace mucho tiempo
iban por la calle tirando monedas
a los pobres viejos, como ellos ahora:
tiraban las suyas sin ningún respeto;
la vida en un ciclo: gira, gira, gira,
por eso si quieres, que cuando te toque,
a los que transitan pedirles limosna
y que te la entreguen con amor y afecto;
como la querrías, entrégala ahora

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