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NOCHE FUNEBRE

NOCHE FÚNEBRE  
 
El ladrido que la cuida,
grita a la menguante luna
en vernáculo lenguaje,
con aullidos ancestrales.
 
Le dice a la luna roja
que le agradece la lámpara
con la que alumbra el sendero
por donde transita su amo,
cuando su espectro ha salido,
en el coche de los sueños,
tirado por mil corceles,
a revisar soledades.
 
El  amo estaba acostado
desde hacía varias horas,
descansando en el chinchorro,
que Thánatos le ha  cedido.
 
Sólo su perro guardián
se enteró  que ha comenzado,
cobijado con las sombras,
a recoger sus recuerdos .
Que estaban en mil apriscos,
con ovejas hermanados,
aguardando que su dueño
al final los recogiera.
 
Ahora, ladrido y sueños
van llegando en caravana,
a una hacienda muy distante,
sus triunfos y sus faenas,
en busca de pasto verde
donde descansen del viaje.
De  Thánatos es pradera
el lugar donde han llegado.
¡Allí no se paga arriendo
por todo el tiempo que dure
su permanencia obligada!

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