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V

Cada que partías, el corazón
se iba acostumbrado a tu ausencia.
Tu inevitable caída entre diferentes cuerpos,
         el olor a otra piel por las mañanas,
                        me asfixiaba.
La rutina de despertar en la misma cama, a ti
ya te desesperaba, de pronto llegó el día
                  donde ya no tuve
              la necesidad de retenerte.
Dicen que en el juego del amor, hay uno
que siempre pierde, y honestamente,
         nos hemos ganado
              la libertad que
                           ya estábamos perdiendo.

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