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A la manera de Tristan Tzara

Como una sombra más
recorro estas calles:
Impúdico cadáver doblándose en su miedo,
bestia que reconoce ese gotear de muerte
al borde del abismo.
Quisiera recordar ese minuto;
la mirada que fluye en el adiós
sin darme tiempo a alzar
contra el cristal la mano de la ausencia,
como quien ya describe
esa provocación a la locura
           que es ir juntando pájaros muertos
           en una plaza sin nombre
en esta ciudad triste de casas rumorosas
en donde soy la sombra de un viajero
—anónimo e invisible—,
perdiéndose en un parque de cipreses
que son también la imagen
de una desolación apenas permitida.
 
Como una sombra más,
convivo con mi muerte,
aparto con dulzura exquisitos cadáveres,
y pienso que mi cuerpo
           es ese muerto alzando sus manos contra nadie,
un muerto deambulando por las calles del mundo,
soñándose otra historia
                       con el mismo cuidado
con que alguien pretende ignorar qué es la vida
y escribe en un cuaderno:
           como un ángel terrible
           en la corte terrible de los ángeles.
 
Ninguna luz alumbra esta plaza sin nombres.
Es el fin de la noche y pienso en las ventanas
abiertas al vacío.
Alucinado rozo el rostro de la estatua.
Sé que nadie vendrá y el salto es sólo
la belleza de un rostro en el que miro
todo el mal y la belleza del mundo,
o esas palabras que ahora descubro
en un manifiesto de Tristán Tzara,
donde confiesa ser,
el idiota,
el bromista,
el farsante,
y que ahora yo recuerdo,
lejos de Zúrich,
lejos para siempre
de una xilografía de Marcel Janco
que vi por casualidad
tras el cristal de una librería
para después confesar:
yo el idiota,
yo el bromista,
yo el farsante,
con toda la pobreza del mundo,
como si el tiempo,
al pasar los días,
me acercara a algo muy pobre y pequeño,
como un anillo de plata lanzado
al fondo inabarcable del abismo.
 
Como una sombra más
Recorro estas calles.
Donde alguien predijo el fin de un tiempo,
yo dije unas palabras,
una frase de amor que nadie escucha.
Preferido o celebrado por...
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