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CUENTO– CACHULA

Cuento

Se escapó del colegio porque ¿a quién realmente le gusta el colegio? Se fue a buscar mas recreos que reglas y las encontró en la vitrina de una peluquería chica en el centro. Las botellas de shampú brillaban en todos los colores anunciando volúmenes, olores y sabores de esas substancias jabonosas. Sacó la cámara que le había fondeado a su abuelo y comenzó a fotografiar buscando atrapar la magia de ese pedacito de paraíso surreal que significaba la peluquería “Maggie”. Pensaba que quizás, sólo quizás, podría capturar los aromas y las risas que empezaban a corearse adentro del local. Las viejas de la peluquería se entusiasmaron frente a esta posibilidad de una sesión de fotografías gratis y exclusiva e invitaron a Cachula a pasar. Una le agarró la mano con fuerza y le puso un brazalete en la muñeca. Con paradoja anciana le dijo
-   “Tienes que hacerte cargo”
¿De qué? pensó ella ¿de las esperanzas de las señoras de verse como blancos cuarzos impolutos en las fotos, cuando, entre las botellas que brillan dichosas y sus botox de plasticina, era la forma chiclosa y redonda de los jabones la que ganaba? Pero en ese momento no había pelea justa. Las señoras se le acercaban y la juzgaban. Que “porqué las estaba dejando feas”, que “porqué no les mostraba las fotos”, que “las niñas que no estudiaban siempre fallan en talento”. Que fuera, les mostrara, un trato era un trato– ¿Qué trato? Ella sólo quería retratar el aroma. Se hartó, como se hartó del colegio, se hartó del hastío superfluo de la fotografía obligada, y decidió irse a pesar de la tristeza de no haber podido flotar más con los aromas preciosos. Las mujeres, como toros y perros le ladraban y zamarreaban exigiendo respuesta. Ella no escuchó y salió en una ráfaga. El contraste entre el tumulto agresivo y la brisa de septiembre la estremeció despertándola como de un mal sueño. Se hizo una con el viento y se dejó levitar hacia otros lados, mirando esas calles desde la altura de los ojos niños, viendo guerreros, cascadas, perlas y plumas entre los rincones de los almacenes y los boliches. De repente ¡ZAS!, el vuelo de una bandada de pájaros le roba la mirada. ¡PUM!, no hay nada que hacer, está hipnotizada. Las sigue lo más rápido que puede robándoles fotografías para ver si puede captarles la frescura. Corre cuadras enteras, entre gentes, trabajos, cansancios y rutinas. Sin saberlo corrió tanto que llegó a la costanera
-   “¡¿A la costanera?!, pero si mi colegio quedaba en los cerros... Eso me pasa por andar enamorándome de las aves”
Se dijo a sí misma. Ahí la recibió el mar vasto y profundo, y vio la fuerza y grito de las olas al romperse. Se dejó mecer por su rugido e intentó fotografiar la confianza. A sus espaldas oye que la llaman. Se gira y no encuentra nada. “Que raro” pensó. Otra vez.
-   “¡Cachula!”
Gira y nadie. Pensó “Si al contar hasta 1 no aparece nadie, escapo”. 5, 4, 3, 2...
-   “¡CACHULA!”
Quizás era el viento, pensó ella, que en su andar y mezclado con el aleteo de las aves y el rugido del mar aprendió a hablarle a los atentos. Fotografió a su nuevo amigo apuntando con su cámara al cielo. Nuevamente escuchó cómo gritaban su nombre y entusiasmada saludó al invisible infinito, al viento, su nuevo amigo, mientras entre saltos, le sacaba fotografías. Una mano intrépida interrumpió su alegre danza y su cuerpo se quedó pasmado “¿Quién osa interrumpirnos en este coqueteo?” 2 amigos. “¿Cómo que 2 amigos?” se preguntó ella. "¿Tanta será la fortuna de coincidir aquí a costa mar, con rasmillones e historias dignas de caballería?". Sus amigos le contaron que siguieron al señor que vendía bebidas esperando que les regalara unas, como recompensa a su tozudez. En esa travesía llegaron a la costanera, pero su esfuerzo no les mereció el preciado trofeo líquido. El caballero los insulto
-   “¡Rateros!”
Ninguneando a los secuaces intrépidos, a lo que ellos se defendieron del agravio lanzándole piedras, que el mar les devolvió en furiosas olas y marejadas de las que se oía
-   “¡NO SE PELEEN POR TONTERAS!”.
Cachula los fotografió, a sus 2 amigos, los 2 guerreros de tierra, aprendices de agua, transmutadores de fuego que llegaron con el aire.

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