Quisiera no dejarme llevar,
tener la sutileza y la mentira perfecta en los ojos,
casi como cuando desapareciste sin más.
Y escribo –quisiera– porque,
jodidamente me traes pecando;
En huelga de hambre permanecen los “¿por qué?”,
inquietantes, no me dejan dormir.
Entonces el infierno es tu casa,
sé hasta de qué te vas a morir,
entre segundos, sin embargo,
la humedad sobre mis mejillas delata la espera en ti.
Lástima lo de tu partida pronta,
lucifer de mi vida;
No es como lo quisiera pintar,
no fuiste tan fácil de superar mi amor.
Tomaste el rumbo conveniente,
donde la libertad era para ti, desnudas y sudadas hembras,
donde todo tenía precio, hasta el amor.
Son cuestiones que mi cabeza no suelta,
al no ser de aquellas que tanto querías.
Y para mi desgracia,
las noches infinitas de mí se burlan,
ante la inquietante espera
y el deseo de no verte nunca.