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ANTES DE JUZGAR, HAY QUE PENSARLO BIEN

 
 
 
Hay que pensar diez veces, cuando menos,
al juzgar a un presunto delincuente,
por si, quizás, se encuentra un eximente
que pueda al veredicto poner frenos.
 
Enjuiciar, sea a malos sea a buenos,
no se debiera hacer alegremente,
sino con una sana y fría mente
que tenga a los prejuicios bien ajenos.
 
Una vez producida la sentencia
será la hora de aplicar castigo
teniendo en cuenta que la ley es justa,
 
pero también que existe la clemencia
para quien sea, amigo o enemigo,
si a los principios de bondad se ajusta.

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