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VA POR UN GORRIÓN

Estaba escudriñando ayer por las carpetas de los primeros poemas que compuse cuando comencé a meterme en esto de la poesía y me encontré con estas redondillas dedicadas a
un gorrión. Me gustó haberlas encontrado y hoy van a ser protagonistas de mi muro y es
que su final me ha sacado unas lágrimas. Por otra parte, sigue después un soneto dedicado a un gorrión que había en el tejado de la casa de enfrente cuando era pequeño (calculo, por diversas circunstancias, unos 8 años) y que no sé porqué lo he recordado múltiples veces, quizás amarrado a esas circunstancias. Va, pues, por aquel pajarito que me ha acompañado tanto tiempo.

EL GORRION DE MI TEJADO

Ha sido esta primavera
ya muy cerca del verano
mientras esperaba en vano,
pues era inútil la espera,

cuando ya me he convencido
que jamás volveré a verte,
ni en mi tejado tenerte
muy cerquita de tu nido.

Ya no me despertarás
rayando el amanecer,
cuando el sol se empieza a ver
dejando a la luna atrás.

Aquellos revoloteos
que con tu pareja dabas
al par que la cortejabas,
mezclados con tus gorjeos,

ya serán sólo un recuerdo
clavado en mi pensamiento,
que al cansarme tal tormento
quiero perder, y no pierdo.

Tuve suerte que escogiste
anidar en mi tejado,
pues alegría me has dado
desde el día en que viniste.

Recuerdo que aquella tarde
que viniste a ser vecino,
escudriñabas sin tino
y piabas haciendo alarde.

Y tu compañera fiel
como si se diera cuenta,
iba detrás tan contenta
muy metida en su papel.

Grandemente te animaba
a buscar por todas partes
usando todas sus artes,
pues con regocijo piaba.

Y ponías tanto empeño,
que encontraste lo mejor
y así aumentó vuestro amor
y te sentiste su dueño.

Pasaron algunos días
entre grandes alharacas,
tus mejores trinos sacas
y eres quien más fuerte pías.

Tal parece que tu orgullo
crece y crece y va en aumento,
pues barruntas el momento
en que nacerá algo tuyo.

La que era tu compañera
ya no sale a por comida
contigo y está metida
en el nido y a la espera.

Pero tú vas a buscarla
y se la traes en el pico,
rebuscando lo más rico
tratando de agasajarla.

Unas veces es cebada,
otras parece ser trigo
lo que trasportas contigo
para ofrecerlo a tu amada.

Te cuesta mucho marchar,
mas la dicha de volver
compensa, ya que has de ver
a la gorriona empollar.

Pasa el tiempo y un buen día
se va abriendo un cascarón
y muy pronto un gorrión
saca la cabeza y pía.

Cinco salen en total
y lo hacen sin plumaje,
pero ya tendrán su traje
como tiene cada cual.

Cuánta dicha, qué alegría,
cinco bocas amarillas
suenan como campanillas
en inmensa algarabía.

Los padres se van turnando
en traerles el sustento
sin descansar un momento,
por todos lados buscando

los manjares más sabrosos
en dondequiera que estén,
pues ellos saben muy bien
cómo alimentar golosos.

Los padres y los pequeños
con mucha alegría viven,
pues gracias a Dios, reciben
cuanto piden en sus sueños.

Los pequeños van creciendo
y se asoman a la puerta
de su nido, estando alerta
la pareja, conteniendo

los impulsos de volar
de aquellos cinco insensatos,
pues saben que algunos gatos
andan por aquel lugar.

Y si alguno cometiera
tan tamaño desatino,
no tardaría un felino
en comerse al que cayera.

Pero el tiempo va pasando
creciendo más su plumaje
y reciben el mensaje
de que tienen que ir probando

a volar ya por su cuenta,
pues tienen todas las claves,
porque para eso son aves,
haciéndolo quien lo intenta.

Y así los padres permiten
que hagan sus primeros vuelos
sin ocultar sus recelos,
para que así les imiten.

Pero hubo tan mala suerte
en el intento primero,
que al salir del agujero
dos encontraron la muerte.

Y es que un  gato que acechaba
de un zarpazo los tiró
y después se los comió
mientras el resto escapaba.

Sobre un árbol se posaron
a reponerse del susto
que tan tremendo disgusto
sin buscarlo se encontraron.

Tan en mala hora salieron,
que después de lo del gato
sólo hubo pasado un rato
y las desdichas siguieron,

pues vieron un alcotán
por el cielo planeando,
seguro que vigilando
a los pájaros que están

recién salidos del nido,
no sabiendo que al instante
llega un peligro acuciante
sin  saber de dónde ha sido.

De pronto se armó un revuelo
y los pájaros que había
por aquella cercanía
con terror miran al cielo.

El alcotán en picado
se tira sobre una presa,
pero ésta resulta ilesa,
que por pelos se ha escapado.

Pero insiste el predador,
que cuando vuelve a la carga
da una pasada muy larga
llenándose de furor.

Fija su torva mirada
sobre la presa que elige
y hacia ella se dirige
de forma desaforada.

A los pájaros del nido
que hicieran en mi tejado,
esta vez les ha tocado
ser el bocado elegido.

El padre que se da cuenta
intenta una maniobra,
aunque conoce de sobra
que al final será sangrienta.

Por eso, valientemente
va a llamarle la atención,
para que su fijación
se pose en él solamente.

El alcotán ya le ha visto,
corrige su trayectoria,
va a por él con mucha euforia
creyendo que ya está listo

para en sus garras caer,
pero el pájaro le esquiva
de manera decisiva
que los suyos pueden ver.

Logra ponerse a cubierto
debajo de un cobertizo
habiendo rizado el rizo
cual un piloto harto experto.

Una vez que ve salvada
a su familia, el gorrión
va a buscar la salvación
antes de nueva pasada,

pero ya se encuentra abanto
y le abandona la suerte
y el fantasma de la muerte
le va a envolver con su manto.

Fue tan fuerte la embestida
que como trapo volteó
y el alcotán le agarró
cuando no tenía vida,

pero sí pudo salvar
a los suyos de la muerte
y como no era el más fuerte
él se tuvo que inmolar.

No peleó en buena lid,
que fue lucha desigual
y por ser tan abismal
esta vez perdió David.

Tu inmensa hazaña valoro
y aunque fuiste un gorrión
se me encoge el corazón
cuando lo recuerdo… y lloro.

A UN GORRIÓN QUE CONOCÍ

Enfrente de mi casa un nido había
de gorriones y siempre se encontraba
el pájaro en la puerta y trinos daba
durante la mayor parte del día.

Cantaba con la máxima alegría,
pues era fácil ver que le gustaba
hacer ver a cualquiera que pasaba
que el agujero a él pertenecía.

Monótono en extremo era su canto
y yo lo conocía de memoria,
porque me producía tal encanto,

que aunque ahora parézcame ilusoria
entonces sí que me gustaba tanto,
que producía en mí tremenda euforia.

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