César Machado Arias

Vesperal.

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Llagó el día la superficie oscura y un tono grisáceo nubló el adelantado cántico de pájaros yertos
       Sólo lloraba el cielo,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,
Vesperal  la lisonja en su anhelo febril, y el sueño matinal en liso gorgoreo.
Amanece la luna con un manso deseo:
                                               Ser piel, de nuevo, en la huidiza tierra
Entonces
un rumor en el mar adivina la ruina, pues en su seno yace el recuerdo letal cuando estaban unidas  la amorfa mustia blanquecina y el inmenso espacio abisal que ahora salada agua es
(estela imborrable allende todo el mar)
[es tela imborrable todo mar]

                                                                                 >> 2 <<
soy caracol marino:
                                   dentro  de mí, el mar…
                                                      su oleaje incesante, de intensidad interna inacabable.
Nació del estallido brutal de un corazón de sal cuya explosión diluyó fuerza en partículas que recorren sin parar la superficie acuática, acaso reparando en la inconstante voz lunar
                 sólo cuando ilumina el cielo sus imprecaciones destellantes
Nubosidad fraguada para engañarlo, empero su interno laberinto repite constante el vaivén sin necesidad de plenilunio

Feliz solitario que lleva (como tú) la música por dentro.

                                                                                   >> 3 <<
Aquí,  {like always} reina el
                  SOL
Son tus bucles en el cielo de añil intensidad anaranjada, mandarinas desgajando tropeles de luz hasta trocar en oros la tarde mojigata, herida de calor oculta la ardiente nomenclatura de las horas después del mediodía, día en medio de temperaturas hostiles cuyas agujas clavadas no penetran la piel pues sólo la hacen llorar
transcurre
        discurre
              ocurre
           la tarde    naciendo crepusculares anhelos en los que
                             naciendo se muere
rojiza, además, en malva pleonasmo la ruindad sangra de noche el día, mientras la náyade succiona entre sus ríos la intensidad acuática que mana dentro la cordillera
llovizna con tal fuerza que los nocturnos ateridos son displicencia suficiente para dormir profundo
ya escampa y llovían guijarros cual pétalos de odio en la absurda tozudez de la inveterada lucha
así, carcomido por odios a desconocidos, desconocidos odios quebrantan mi fe, la del creyente en propia lealtad, en la de otros, en la de todos…
                  como el niño optimismo cuando amanece…
¿será, como has dicho, errar la andante tesitura en trayectos donde reina la guerra interna?

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