Dálida

Barquitos de papel

Yo, con mis 18 sueños rotos,
y tú, mi luz, mi pequeño pulso.
Te llevé en mis brazos y cruzamos
hasta otro continente, muy lejos,
donde el idioma no sabía tu nombre.
 
Éramos dos, barquitos de papel,
navegando un mar hecho de juguetes.
Ese era todo nuestro mundo:
la mesa, el suelo, tu risa,
tus colecciones de jabón y kinders.
 
Hoy vives lejos, cambiaste tu mar.
Eres padre, pero también mi niño.
Oh, mi hermoso barquito de papel,
aquí sigo moviendo el agua con mis manos,
guardándote un sitio junto al café.
 
Yo sigo siendo tu madre, no como antes.
Ya no me necesitas, aunque yo te extrañe.
La vida sigue teniendo tu forma,
aunque el silencio ahora se alargue
y tu voz no me llegue por las tardes.
 
Yo sigo aquí, hijo mío,
con los brazos abiertos,
con el corazón despierto,
anhelando tu risa, esperando mirarte
como quien espera la lluvia de verano
 
Nunca olvides: el amor de una madre
no sabe irse,
no aprende a olvidar porque no quiere,
no se despide,
solo cambia de forma para quedarse.

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