En los altos Pirineos, donde aguarda la roca
hoy brillas de nuevo, Canfranc Estación.
Portas en tus muros dos patrias hermanas,
que enlazan historias de lucha y honor.
Entre nieblas, ruinas y tejados de amianto,
tu alma agrietada nos mostraba el horror.
Sobre tus heridas sentiste mis pasos,
oíste mi voz: “Qué desperdicio”, dije.
Y cuando los vientos soplaron de muerte,
y el tiempo cubrió tu dorado esplendor,
no hincaste la frente, princesa de hielo:
esperaste dormida, y tu momento llegó.
Huellas del pasado grabadas en tus muros
hoy lucen de nuevo, rescatadas del polvo
que desde el siglo pasado las cubrió.
No hubo olvido ni muerte, solo dormías.
Con nuevos colores, nos llamas al festejo
El día del festejo.
En los altos Pirineos, donde aguarda la roca
hoy brillas de nuevo, Canfranc Estación.
Portas en tus muros dos patrias hermanas,
que enlazan historias de lucha y honor.
Entre nieblas, ruinas y tejados de amianto,
tu alma agrietada nos mostraba el horror.
Sobre tus heridas sentiste mis pasos,
oíste mi voz: “Qué desperdicio”, dije.
Y cuando los vientos soplaron de muerte,
y el tiempo cubrió tu dorado esplendor,
no hincaste la frente, princesa de hielo:
esperaste dormida, y tu momento llegó.
Huellas del pasado grabadas en tus muros
hoy lucen de nuevo, rescatadas del polvo
que desde el siglo pasado las cubrió.
No hubo olvido ni muerte, solo dormías.
Con nuevos colores, nos llamas al festejo
luciendo de antaño danzamos contentos
con toque sereno de un vals de ilusiones,
un viaje en el tiempo; vinimos a honrarte.
Canfranc Estación, morada de leyendas,
tu pueblo te admira, se escucha el ¡viva!
Y el Pirineo, temblando de orgullo,
te corona, herencia del Reino de Aragón.