Cargando...

Fecha de caducidad

Él me hace creer que es posible querer con menos miedo, y que está bien tenerlo.
Que los relojes funcionan porque uno les da cuerda y que las relaciones avanzan porque dos personas tienen la voluntad de quererse.
Que el tiempo es una medida incomprensible cuando dos personas han aprendido a suspenderlo y que la piel recuerda más que la memoria; que las sonrisas son un acto de reflejo con la persona correcta y que no es tan terrorífico abrir la llave de las palabras que llevan atoradas una eternidad.
Él me asusta porque quererlo es fácil, es precioso. Todo naturalmente se acomoda cuando sus dedos rozan los míos y cuando entre los besos no podemos parar de sonreír y ninguno sabe por qué. Cuando el desayuno se transforma en el almuerzo y se pierden las horas hasta la cena; cuando no hay un límite porque finalmente he dejado de correr contra reloj.
Cuando nos balanceamos al ritmo de una canción que no suena de fondo y acomodo mi cabeza en su pecho y siento que todo está bien, que el miedo es irracional pero que lentamente me podré dar cuenta de que merezco que alguien me quiera así.
Ya no quiero tener miedo de pensar que esto se escapará, ya no quiero vivir de todos los posibles escenarios desastre que mi cabeza recrea creyendo que así, si tengo que caer, será menos duro.
Tengo que dejar de tenerle tanto pavor al abandono y saber que no todo viene empaquetado con una fecha de caducidad porque hay personas que no son para consumirse al momento, sino para ser quienes te consuman por el resto de la vida.

Otras obras de Daniela Gisela Aguilar...



Top