Que pesada es ella
Se cae sobre mi columna y sucumbe en risas, amor y llanto. Quisiera creer que es ella quien siente en su misteriosa figura amorfa y oscura; pero soy yo su musa y la protagonista de sus trovas
Soy la miseria y la sencillez de estos tiempos que los del medio dejamos de importar
Soy la esclava y victimaria por insolencia, por creer que del miedo podría vivir, podría ser libre.
Acabo con la angustia pero una más se atraviesa entre un suspiro de paz débil y cobarde
Soy caballero del mundo con coraza de mujer, corazón de hojalata y espíritu de ceniza, de ella soy el lienzo, la dama en la penumbra o bajo un lucero en extinción que relata sus paisajes de días pasados a las palomas cafés.
Ociosa se posa en mi cielo, nuestro cielo con ánimos de alumbrar esta ciudad de fachadas craqueladas por la humedad de un tiempo pasado mejor, peor, ambiguo, al fin y al cabo la cáscara desechada de los sueños modernos.
Y yo, como golondrina vuelvo de a ratos a sentirme real e intercambiar horas dormida por años de sueño, en los lugares donde quiero estar, junto a los rostros que quiero consumir tras aquel desvelo de una noche de enero donde esa bastarda menguante adoquino con luz blanca mi mente.