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Ensayo de agonía de un amor abrazador

Lo escribí en el auto escuchando rolas que ya no son para nadie.

Quema los discos,
tira las memorias
el contacto, las caricias,
tira las miradas
y las noches complicadas,
termina de consumirlo todo sin mirar ni observar que al dejar pasar y comenzar a sentir, te viste inmersa en rabietas de cólera y miedo, arrancaste uno por uno mis pétalos y entendí a destiempo tu rutina, que llenas de calor las ventanas de solo aquel que intenta enamorarte y que tus llamas solo abrazan al fundir en tu alumbrar.
Que te pedí piedad ante mí único núcleo y lo trataste como simple víscera.
Que ni por eso te llegó a odiar.
Bailabamos entre tonos naranjas, flamas seguras y me vi inmersa en el cielo de humo desigual, hasta que no pude salir, me empuje hasta el fondo encontrando un infernal azul con rojo, que hacía rugir lo que nunca había dolido.
Y no es tu culpa, el fuego siempre fue asi, sin perder su naturaleza, entre sueños romantice correr a tus brazos con una ficticia certeza de salir ilesa.
Y aunque quiera terminar lo que siento esta noche, el plato para apagar tu vela lo tire hace mucho y mientras el sentimiento de no seguir ardiendo se vuelve agonía, no quiero que vuelvas, te quiero olvidar pero respiro cenizas de tabaco las 24 horas. Me siento vacío mirando tu sillon... observó todo y como si tocando con la palma de mis dedos reviviera cada momento continuó y recuerdo, tus labios moverse diciendo, “Cuidado, casa sin fuego, cuerpo sin alma.”
Y joder, al final de todo, como siempre oí pero nunca escuche, como siempre supe, como siempre ignore.
El que juega con fuego se quema.

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