por eso—dijo el psiconauta—
me marcho de este mundo
—mejor hoy que mañana—
para engrandecerlo desde arriba
y que no tengáis que volver
a dañaros los unos a los otros
—dura prosa de lo cotidiano—
ni que aferraros con crudeza
al yugo enfermo.
Mira,
no soy sino un niño.
Enciendo mis hélices
sin la necesidad de la esperanza
y cruzo al otro lado
sin apenas tocar
el dulce instante.