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Sobre el mar hay una barca, sobre la barca un barquero, sobre el barquero
La garcita campesina polainas de tierra y alitas de harina. Pañuelo al viento se ve la garza.
Ocho mulitos tiene mi arria y todos suben por la montaña. Se ve salpicado el río
La flor del tomillo buscaba una abeja: una abeja sola, una sola obrera. En el viejo pino
¿Qué venadito blanco cruza la noche cuando la luna llena brilla en el monte? ¿Qué venadito sediento
En el río San Juan vive un pececito que aprende a nadar. Sobre el Yumirí —iris diminuto—
Tiene la vaca bermeja un ternerito de nata. Se lo encontró en el corral un jueves por la mañana. Quiso llevarlo a pasear
Cinta de arena para la nena. Gorro de sal para el coral. Y para el sol
El oro de la tarde tiñe la copa de una vieja yagruma quieta y sedosa. Duerme cansado el viento
Jazmín diamela, jazmín de España, jasmín criollo, ¡Ixora blanca! Lirio amarillo,
Entre las lomas el día nace. Límpidas gotas la noche esparce sobre la hierba
¡Qué sol enciende el palmar cuando, guardián de su nido, rompe el sinsonte a cantar! ¡Qué cubano amanecer hay en su trino; qué luces
La Habana es como una hermosa, limpia, fresca, alegre casa: sus puertas, de par en par, invitan a visitarla. Aquel que a Cuba respete
EL día, una rosa blanca. La noche, un caballo negro. (La tarde, una mariposa que ha detenido su vuelo.)
Con sus pichones la codorniz a la sabana viene a dormir. Un perro ladra