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Sentada junto a la ventana en la playa de Cabo de Gata, veo el mar sereno y tan bello como no he visto otro. Remembranzas me vienen de mis dieciséis años, lo conocí en un chiringuito justo al lado de la mar, mi mar... Tenía un año más que yo y era guapo a morir. Cada vez que nos mirábamos nos reíamos, yo me ponía roja como un tomate y él agachaba la cabeza. El día que su boca temblorosa busco la mía y por fin nuestros labios se tocaron hasta la luna ardió, nos abrazamos en silencio, temblábamos como si un fuerte viento nos zarandeara y sentí que el amor nos envolvía. Ay, amores de verano, me decía mi madre y yo simplemente reía.

Aquella noche salimos solos, fuimos a las barcazas, los pescadores las dejaban alli varadas, el mar brillaba en la oscuridad, millones de estrellas iluminaban la playa, me besó, lentamente me acostó en aquella arena rubia, no miramos e hicimos el amor, los dos vírgenes, los dos locos de deseo, sorpresa y amor. Temblando nos quedamos allí, aún recuerdo los gritos de mi madre, pero estaba tan fuera del mundo y tan cerca de él que ni me enteraba. Vino por la mañana, mi cara era carmesí, mis piernas de mantequilla y mi cabeza solo pensaban en lo mismo, hicimos el amor en todos sitios, en el faro, en una callejuela, en la tapia del cementerio, y sobre todo en el mar, ahora lo pienso y digo: que locos, y eso éramos, dos locos el uno por el otro. Su mirada enganchaba la mía, podíamos estar diez minutos mirándonos rebosantes de amor.

Aprendimos juntos a lamernos, a tocarnos, yo le necesitaba y el verano se iba, los dos desesperados, los dos abrazándonos.
Veinte años después lo veo venir y sonrío, estoy en bragas esperándolo, hoy es nuestro aniversario y quiero llevarlo al mismísimo infierno de los placeres prohibidos. Me mira, me abro lentamente de piernas, veo el bulto de su entrepierna y esa mirada tan suya, mi bello pirata, estás seduciéndome, moviendo tus caderas, mis piernas desean envolverte y sentirte dentro de mí, sentir tu boca que vibra comiendo la mía, solo deseo estar siempre contigo. Coges mis piernas las acomodas alrededor tuyo, la cara pícara por la ventana abierta, me acelera el pulso, de pronto te tengo dentro y me creo morir, estallamos en un Big Bang donde renace nuestro universo, ese que siempre ha estado con nosotros. Aún las palabras de mi madre resuenan, ay, esos amores de verano.

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