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¡DIOS! QUE LLUEVA

Aquellas manos etéreas
querían tocarme,
pero no podían, yo,
estaba lejos, muy lejos.
Al otro lado del horizonte
donde las lágrimas no salen
deja que llueva, deja que
las lágrimas empapen
aquel suelo estéril, seco.
Me pesa la vida,
no volveré por tus caricias,
beberé vino como la sangre,
pediré que perdonen
los pecados de aquellos
que pusieron fuego en el cielo.
Y seguiré caminando,
rogando que caiga la lluvia,
que limpie, que purifique;
este terreno de dolor,
¡Dios! deja que llueva,
deja que pueda mirar
el cielo azul y ver un
pájaro volar, déjame
perdonar.
Ha llegado el momento,
de que el alma cambie,
que sienta empaparme,
los sentimientos.

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