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EL SITIO DE LAS ALMAS

El color morado de la muerte,
me pintaron en aquel bosque,
de hojas negras y troncos rugosos,
de mi cuerpo surgieron azucenas,
de mis labios como los lirios, un
leve suspiro.
 
En la dulce mañana, los pájaros
chillaron, las hermosas mariposas,
sus alas enlutaron, las serpientes reptaron,
mil nubes negras dejaron caer sus
lágrimas.
Aquel verano dorado toco mis dedos muertos.
 
Sin embrago aquel día las hojas cantaron,
canciones irlandesas llenas de tristeza,
la vida jamás llegaría a aquel sitio.
La primavera se montó en la barca
de Caronte y me llevo consigo,
besándome el último rayo de aliento.
 
Aquel era el sitio de las almas,
allí el aíre no te azotaba, la hierba
te acariciaba la piel, el rocío de la
mañana besaba mi boca.
Y el amor creció tras la muerte en hilos
de plata, que atraviesan el lago.
 
Del mismo modo me sentí por
primera vez libre, no había ese dolor negro
como alas de cuervo;
recuperé mi ser, sentí un fuego crepitante.
Y colgué de la tierra mirando el azul,
con el corazón ligero.

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