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HASTA DORMIDO ME SERENAS

 
¡Bendito seas!
Contigo no hay miedo,
hasta dormido me envías
cartas de amor,
¿cuándo la escribiste?
palabras sencillas, palabras sentidas;
que han hecho que respire
yo, que me ahogaba
me faltaba el aliento en este
mar lleno de mil tormentas.
Y, aún así, me quema la rabia
con llamas del infierno,
de ese, que nos han dado
sin quererlo.
Quiero que la locura
se apodere de nuevo de nosotros,
que la vida nos envuelva,
que se vaya la bruja del cuento,
que comamos perdices.
Voy preguntando llena de pena;
donde se compran los finales felices,
cuando el cuento se transforma en hadas
y duendes llenos de sonrisas,
cuando dejaremos este yermo paisaje.
Me abrazo fuerte en un remedo
de recordar tus brazos, oigo tu risa,
esa ironía tan tuya, que hasta en este
día la has usado para sacarme una sonrisa,
Ahora ya no escribo poemas,
me paso la tarde leyendo: “No entres dócilmente en esa buena noche”.
Dylan Thomas, mi infierno particular,
el acompañante que ahora quiero,
aquel que con su poesía me hace sentir
que entiende este dolor que me rasga.

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