Poemas sin nombre: CVIII
La tierra era seca y triste. El Poeta tuvo que ararla siete años para lograr esposa fea, y otros siete para lograr esposa bella.
Pero la fea le dió hijos que no merecieron su amor, y la bella se le murió pronto en los brazos que aún no habían tenido tiempo de descansar.
Entonces el Poeta siguió arando. Esperaba todavía, con esa paciencia que sólo tienen los soñadores, una tercera esposa.
Y aunque ella, la fecunda como Lía y hermosa como Raquel, la que hubiera sido al fin recompensa de sus fatigas, no llegó nunca, aquel suelo obstinado, tantas veces burlado y tantas otras vuelto a encenderse bajo el viento, obró también su fuerza en el Destino.
Arada por un sueño, la seca tierra había verdecido y estaba ahora llena de variedad de frutos, de dulzura de flor.
Y los hombres fueron felices en la realidad de su tierra, porque un poeta había soñado en vano.
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